martes, 2 septiembre, 2025
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Del drenaje al presupuesto: anatomía clínica de un parásito político

OPINIÓN

De la vía pública al Senado: la metamorfosis de un agitador con nómina estatal

En México, la política es tan generosa que lo mismo alimenta a expresidentes que se cotizan como gurús internacionales, que a líderes sindicales momificados en el poder… y a ese espécimen pintoresco: el porro con credencial oficial. No hablamos de un líder nato ni de un estadista frustrado, sino de un perfil clínico que, bajo la lupa de la psicología, encarna el resentimiento hecho ideología.

Su debut en la vida pública es casi un diagnóstico en sí mismo: orinar en una coladera porque no quería pagar siete pesos en un baño público. Ahí, con los pantalones abajo, nació su “carrera política”. Un acto pequeño pero simbólico: incapacidad para asumir la responsabilidad más básica, resistencia a las normas mínimas de convivencia y una pulsión de rebeldía vacía que luego se convirtió en bandera.

Perfil psicológico: manual de un parásito con ínfulas de revolucionario

Hoy, ese mismo personaje cobra más de 100 mil pesos mensuales en la CFE, un total de 1 millón 290 mil pesos al año. Un sueldo de ejecutivo internacional para alguien que jamás ha tenido que probar su eficiencia fuera del aparato estatal. En términos clínicos, estaríamos ante un sujeto con disonancia cognitiva crónica: piensa una cosa, dice otra y hace exactamente lo contrario.

Veamos los síntomas:

  • Proyección agresiva: acusa a los empresarios y “ricos” (que sí generan empleos) de lujos y excesos… mientras viaja, come y se da la gran vida como los magnates que critica.
  • Discurso paranoide: llama “dictadores democráticos” a personajes como Maduro, justificando lo injustificable, mientras percibe enemigos imaginarios en todo aquel que no aplaude su circo ideológico.
  • Teatralidad histriónica: se tira al suelo cuando conviene, dramatiza el papel de víctima, encarnando un trastorno de histrionismo político que raya en la comedia involuntaria.
  • Contradicción conductual: pide austeridad al pueblo, pero en su vida personal exhibe exactamente lo contrario: privilegios, lujos y consumo que sus votantes jamás podrán alcanzar.

Y como si todo lo anterior no bastara, el episodio reciente con Alito Moreno terminó de dibujar el cuadro clínico: dos caricaturas políticas a punto de agarrarse a golpes como borrachos en una cantina. La escena es reveladora: cuando no hay argumentos, se sustituye con agresión física; cuando no hay coherencia, aparece la violencia. Si uno representa lo más rancio de la vieja política, el otro es la viva imagen de la nueva mediocridad disfrazada de radicalismo marxista.

Si algún día alguien escribe su biografía, debería titularse: “De las coladeras al presupuesto federal y la Presidencia del Senado”. Porque ese tránsito lo resume todo: de orinar en la vía pública para ahorrarse siete pesos, a beber vino caro financiado con nuestros impuestos.

Una patología política con nombre y salario

Un caso clínico de manual, digno de análisis en cualquier aula de psicología: el parásito que convirtió su resentimiento en carrera política, su histrionismo en ideología y su mediocridad en cheques quincenales.

Una historia de éxito, sí… pero del parasitismo político.

Luis Raúl Salinas Cordón es comunicador con trayectoria en comunicación estratégica, capacitación y proyectos en los sectores público y privado. Ha dirigido equipos comerciales en telecomunicaciones y escribe sobre política, economía y libertad financiera, a veces con un enfoque simple, sarcástico y de humor.

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