A partir del siglo XX comienza en nuestro país el proceso de incorporación masiva de mujeres en la universidad. Por ejemplo, hubo tres mujeres que escribieron capítulos de nuestra historia universitaria por haber sido las primeras graduadas de sus carreras. Nuestra primera abogada estudió Derecho en la Universidad de La Plata y se recibió en 1909, cuando tenía 22 años. La primera ingeniera se graduó en la Universidad de Buenos Aires en 1917. La primera arquitecta se graduó también en Buenos Aires en 1917.
En este siglo de la globalización impulsada por los avances científicos y tecnológicos, la fortaleza económica de una sociedad depende principalmente de su capital humano. El mundo está cambiando día tras día con la prontitud de los saberes nuevos. Por eso cada día que pasa es más importante la universidad. Año a año se están eliminando empleos no calificados y aumentando la demanda de trabajadores con preparación educativa de nivel universitario. Esto significa que la educación es hoy un factor clave para el crecimiento del empleo y de la calidad de vida futura de las sociedades.
El actual mundo globalizado también vive un cambio acelerado basado en tecnologías que están levantando nuevas barreras de clase entre incluidos y excluidos en la revolución tecnológica. Estamos inmersos en un período de transición histórica. Esta transformación es similar, pero más acelerada y con mayor amplitud geográfica, que el tránsito de la sociedad agraria al mundo urbano-fabril de la Revolución Industrial.
La educación inclusiva y de calidad no solo ayuda a abatir la pobreza, sino también a potenciar el crecimiento económico. Las naciones que avanzan, mejorando al mismo tiempo la equidad en la distribución del ingreso y disminuyendo la pobreza, lo hacen siempre fortaleciendo la acumulación de capital productivo. Pero el capital es algo más importante que la mera acumulación de bienes materiales; en la actualidad, el capital humano es más importante que el capital físico, y es aportado esencialmente por la educación.
Las iniciativas para garantizar la igualdad de género y el reconocimiento de los derechos de las mujeres surgieron a inicios del siglo XX, adquirieron mayor protagonismo a mediados de esa época y se sostienen hasta hoy. En los últimos años se han implementado políticas, creado organismos públicos y civiles, como así también acuerdos y propuestas que bregan por los derechos de las mujeres; sin embargo, aún quedan disparidades por subsanar.
El esfuerzo para sostener y promover la justicia e igualdad de género es parte de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas, y una de sus principales aspiraciones es eliminar todas las formas de discriminación hacia las mujeres y niñas. Por su parte, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) ha expresado que los países menos desarrollados son los que presentan mayor desigualdad de género, y que aquellas mujeres que han podido dedicar mayor cantidad de tiempo a su educación tienen un mayor empoderamiento social y económico, además de estar dotadas de conocimientos que favorecen su calidad de vida y la de sus hijos.
Por eso resulta interesante analizar los datos publicados por el Ministerio de Capital Humano sobre la participación femenina en nuestro sistema universitario. Considerando los años 2012 y 2022, la participación femenina en la cantidad de nuevos ingresantes, estudiantes y graduados supera la masculina en todos los casos, como así también sus valores se han incrementado alrededor del 5% en 2022 respecto de 2012.
La mayor diferencia de participación ocurre en la cantidad de graduados, en donde la proporción de mujeres en 2022 corresponde al 64,1%, es decir que en promedio, por cada 10 graduados que tenemos 6 son mujeres y 4 varones, mientras que en lo que respecta a la cantidad de ingresantes y estudiantes la participación femenina es de alrededor del 61% en ambos casos.
Por su parte, al analizar la eficacia en la graduación, es decir, la cantidad de estudiantes que finalizan sus estudios en el tiempo esperado, se observa que la tasa para el total de estudiantes es del 28,2%; sin embargo, si se distingue dicha eficacia entre mujeres y hombres puede observarse que la eficacia en la graduación femenina es superior a la masculina con cifras del 29,2 y 26,6 %, respectivamente. Por lo tanto, de cada 100 mujeres que ingresan a la universidad se gradúan en el tiempo esperado unas 29, mientras que para los hombres dicha cifra se reduce a 27.
Al comparar la participación femenina en los nuevos inscriptos del nivel superior de la Argentina con las últimas cifras publicadas por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) sobre dicha participación en 41 países de todo el mundo, en 2022 se observa que Islandia lidera el ranking con un 64%, seguido por la Argentina y Polonia, ambos con el 61%, mientras que en el extremo inferior se encuentran Japón y Alemania, con el 49 y el 50%, respectivamente.
Se destaca el hecho de que entre 2015 y 2022 la mayoría de los países presentan una proporción femenina superior a la masculina, como así también casi todos han incrementado el porcentaje de dicha participación entre los años mencionados. En este punto, la Argentina no solo se destaca por encontrarse en el segundo lugar en cuanto a la cuota femenina en los nuevos ingresantes, sino que también se encuentra entre los países que más han incrementado dicha cuota entre 2015 y 2022, con un crecimiento del 5%.
Si bien aún existen diferencias de género en muchos sectores, el fruto de los históricos esfuerzos por la igualdad de género comienza a observarse en ciertos ámbitos, uno de ellos es la participación femenina en el nivel educativo superior, dicho suceso otorga a las mujeres la posibilidad de formarse para alcanzar un futuro mejor en aspectos sociales, económicos, de salud y de familia, entre otros. Además, esta mayor participación femenina en la educación superior se puede vincular con mayores beneficios de acceso al mercado laboral según el nivel de formación, y de alcance femenino a cargos jerárquicos en los niveles empresarial y estatal, en respuesta a los reclamos de diferentes organizaciones acerca del porcentaje de mujeres en dichos puestos de trabajo.
La Argentina no es ajena a algunos logros que se han obtenido en relación con la igualdad de género, y uno de ellos se refleja en la mayoritaria participación femenina en el nivel superior y su comparación con otros países del mundo, lo que evidencia potenciales beneficios futuros para la mujer y motiva a continuar los esfuerzos hacia la igualdad de género.
Academia Nacional de Educación- Universidad de Belgrano
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