martes, 11 febrero, 2025
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Uruguay tiene mala liga

La opinión de Claudio Hernández

El primer revés al que voy a hacer referencia se remonta al día en que José Batlle y Ordóñez decidió inspirarse en el modelo francés en lugar del estadounidense.

Batlle, un estadista de carácter auténtico, cuya influencia se ha sentido en todos los partidos políticos actuales, es una figura incuestionable en nuestro imaginario colectivo.

Sin embargo, su promoción de un Estado omnipresente sentó las bases de un centralismo estatal cuyas consecuencias sociales, económicas y culturales aún padecemos.

En ese entonces, el mundo no había sido testigo de los efectos de este camino, pero hoy, un siglo después, los resultados son evidentes.

Liderazgo de Jorge Batlle 

Bajo el liderazgo de su sobrino nieto, Jorge Batlle, Uruguay tuvo la oportunidad de convertirse en un pionero de la libertad en América Latina. JB era un auténtico liberal, pero la historia fue ingrata.

A principios del siglo XXI, el país enfrentó una de las peores crisis económicas de su historia. Paradójicamente, fue la «suerte» de que la izquierda no estuviera al mando en aquel momento lo que nos permitió sortearla.

En 2005, la izquierda tomó el timón en un contexto regional favorable. Durante ese período, el PBI per cápita creció en toda la región debido a un boom en la demanda de commodities, principalmente alimentos demandados desde China.

Era de esperar que el impacto fuera mayor en países donde la producción y exportación de alimentos tienen mayor peso en su economía (80% en el caso de Uruguay). Si miramos el caso de la soja, entre 1999 y 2014, la superficie sembrada pasó de menos de 10 mil hectáreas a 1.4 millones de hectáreas (DIEA-MGAP).

Además, por cada dólar generado por el sector agropecuario, se inyectan 6.2 dólares en la economía nacional (Terra, et al, FAO 2009). Ahí está el aumento del PBI. Sin embargo, en nuestro país, este crecimiento sostenido durante varios años se atribuyó a una «gestión exitosa» del Frente Amplio (FA), lo que enalteció la figura de Tabaré Vázquez.

En realidad, fue el resultado de un contexto global favorable y del esfuerzo de los productores, no por los ajustes de Astori en ese momento.

Hay un concepto que Uruguay tardará mucho en aprender: EL ESTADO NO PRODUCE.

El problema es que, durante esos años de bonanza, el Estado creció de manera desmedida, aumentando la presión impositiva y el déficit fiscal, amenazando la iniciativa privada.

Cuando la burbuja amenazó con estallar, llegó al poder una coalición de partidos tradicionales prometiendo un cambio de rumbo: auditorías, orden en las cuentas públicas y reducción del Estado.

Lacalle Pou 

Sin embargo, la realidad fue muy distinta. El gobierno de Lacalle Pou se enfrentó a desafíos sin precedentes: una pandemia global y una sequía devastadora.

Es tentador especular sobre qué hubiera pasado si el FA hubiera estado al mando, pero lo cierto es que la «derecha» no aprovechó los tres años de relativa normalidad que siguieron a esos eventos para implementar reformas profundas.

En lugar de reducir el Estado, lo expandió, y el déficit fiscal alcanzó niveles comparables a los de los períodos anteriores bajo el FA. Este indicador fue el caballito de batalla de la coalición en campañas anteriores. 

El fracaso más estrepitoso del gobierno de LLP fue haber entregado el gobierno a un Frente Amplio radical, sin programa ni rumbo claro.

Su única «propuesta» era instalar una bomba en el sistema de previsión social del país, condenando a un país que no crece desde hace 50 años.

En Uruguay, ganó una ideología que en el resto del mundo está retrocediendo. Pero claro, Uruguay, fiel a su identidad, está desacoplado del mundo.

No pudimos tomar el ejemplo de Argentina, donde ocurrió algo que solo se puede definir como un milagro, cuando parecía que las cosas iban peor que aquí. Pero un año de muestra de resultados económicos brillantes no fue suficiente para ocupar los medios o inspirar a algún valiente a adoptar las ideas de la libertad.

Uruguay optó no solo por seguir anclado en el statu quo, sino que eligió el camino de la izquierda.

Finalmente, el tema que me inspiró a escribir esta columna. El episodio reciente de los fondos de inversión ganaderos, como CG y otros, ha dejado al descubierto una realidad fulminante: una altísima capacidad de inversión local desaprovechada.

Si sumamos los activos, pasivos y rentabilidades de estas empresas, estamos hablando de casi el 1% del PIB. Imaginen el impacto que hubiera tenido este capital si se hubiera dirigido hacia las pymes, activos productivos o incluso como ahorro para inversiones futuras.

Sin embargo, el dinero fluyó hacia esquemas de renta fija de 7-8% o más, hasta tres veces mayores a las de la ganadería tradicional. Las razones discutidas son varias: mal asesoramiento a inversores, estafa, desconocimiento del sector, etc., pero también debemos considerar que son los valores de rentas necesarios para progresar en Uruguay.

Aquí el Estado te cobra el 25% de IRAE, el 22% de IVA y el combustible cuesta un 100% más por los impuestos, donde un emprendedor debe pagar el doble por cada empleado y soportar a una mafia sindical que va a exprimir su margen y tildarlo de enemigo.

Ahora, además, pagaremos un precio muy caro por el daño causado al verdadero motor de nuestra economía, la ganadería, y eso sí que es ligar mal. Y, por si fuera poco, la izquierda aparece con su retórica anticapitalista atacando al libre mercado y promoviendo más regulaciones y burocracia.

Todo indica que seguiremos aplicando el freno de mano al desarrollo con una presión impositiva que superará los valores actuales de 32.7% o seguramente el pico de 35.44% en el gobierno del FA en 2018 (CED).

A su vez, seguiremos profundizando nuestra adicción al déficit fiscal, ya que nadie parece darse cuenta de que eso es simplemente un robo, condenando a futuras generaciones, muchas de las cuales ni siquiera han votado aún, a pagar los caprichos de políticos populistas que solo buscan mantenerse en el poder.

Los uruguayos no parecemos entender que aplaudir a un político es como aplaudir a un cajero automático cuando te devuelve tu propio dinero, y seguimos esperando por un shock de honestidad, transparencia, eficiencia y eficacia por parte del Estado.

Pero, por lo visto, no damos con la tecla y tenemos mala liga. Aparentemente, seguiremos encadenados en la caverna con la venda en los ojos por muchos años más.

Mientras tanto, yo estaré mirando TV, ya con menos esperanza que antes, pero aún expectante a ver si aparece algún personaje extrovertido y despeinado hablando de Hayek.

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