La producción de petróleo crudo en la Argentina viene creciendo a pasos acelerados desde 2017 y el año pasado alcanzó su mejor marca de los últimos 20 años, gracias a las inversiones en Vaca Muerta. La misma dinámica sigue el gas natural.
Con el mercado interno abastecido, cada barril nuevo de producción se destina a exportaciones; mientras que en gas las obras de infraestructura permiten evacuar la extracción de Neuquén y sustituyen miles de millones de dólares de importaciones.
De esa forma, en 2024 el país tuvo el superávit en la balanza comercial del sector energético más grande de los últimos 18 años, con un saldo favorable de US$ 5.668 millones, producto de ventas al exterior por US$ 9.677 millones y compras afuera por US$ 4.009 millones, según informó la Secretaría de Energía.
La diferencia anual es aproximadamente equivalente a los vencimientos de deuda externa que tuvo que pagar el Tesoro en enero con los acreedores privados, por lo que el nuevo motor que es Vaca Muerta para la economía argentina representa una mejora en la posición de reservas internacionales del Banco Central (BCRA) y una consecuente caída en la tasa de riesgo país, que a su vez alimenta el atractivo a las inversiones.
Donald Trump: ¿un problema para la Argentina?
Los principales consultores esperaban hasta principios de año que ese resultado se ampliaría en 2025 hasta cerca de los US$ 8.000 millones, principalmente por el incremento de las exportaciones de petróleo crudo, que ahora podrían tener un descenso en sus precios por la política energética del flamante presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, que bajo el lema «drill, baby, drill» (perforar) volvió a dar vía libre a los mega proyectos de inversión petrolera nueva para bajar los precios de la energía y hacer caer los costos internos.
Nicolás Gadano, economista Jefe de Empiria Consultores, proyecta un superávit energético de US$ 6.800 millones, con exportaciones creciendo en volúmenes aunque con menores precios y una señal de alarma si el petróleo cae sostenidamente por debajo de los US$ 70 por barril.
En tanto, Daniel Dreizzen, director de Aleph Energy y ex secretario de Planeamiento Energético (2018), se estira hasta un saldo favorable por US$ 9.000 millones y todavía no ve un efecto claro en el mercado energético de las primeras medidas de Trump.
Para Alberto Cisneros Lavaller, CEO de Global Business Consultants (GBC), pese a que el petróleo de Vaca Muerta va haciéndose espacio en el mundo, la entrada fuerte de la Argentina a los mercados internacionales de la energía será con el Gas Natural Licuado (GNL) y no sucederá antes de 2030, cuando ya haya terminado la presidencia de Trump en Estados Unidos.
De acuerdo a los datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec), los productos energéticos de exportación de la Argentina representaron el 12,1% de las ventas del país el año pasado y crecieron un 22,3% interanual en precios nominales. A modo de comparación, los productos primarios del campo y las manufacturas de origen agropecuario tuvieron una incidencia del 57%.
El sueño del presidente y CEO de YPF, Horacio Marín, es que las exportaciones de energía trepen hasta los US$ 30.000 millones anuales hacia 2031, a partir del petróleo crudo y el gas de Vaca Muerta. Sería más que triplicar los valores actuales en apenas siete años, pero igualmente el sector quedaría lejos de lo que puede vender la agroindustria, en torno a US$ 45.000 millones por año sin sequía.
La liquidación de divisas del campo tiene un carácter marcadamente estacional (abril-julio), por la cosecha alta, mientras que la energía no tiene ese fenómeno, pero los dueños de las exportaciones de los nuevos proyectos que entren al Régimen de Incentivo a las Grandes Inversiones (RIGI) no tendrán la obligación de dejar los dólares en el país, advierten tanto en los despachos oficiales como en las oficinas de reconocidos economistas.
Los destinos de las exportaciones
Durante el año pasado los bienes energéticos que más se vendieron en el exterior fueron el petróleo crudo, garrafas, nafta y combustibles para barcos y aviones y sus principales destinos, Chile, Estados Unidos, Paraguay y Brasil.
Por el lado de la importaciones energéticas, que cayeron un 49,4% interanual en precios nominales, se compró gasoil de bajo azufre para las refinerías y las centrales térmicas, gas natural, gas licuado y energía eléctrica de Estados Unidos, Bolivia, Brasil, Gran Bretaña, Emiratos Árabes Unidos y los Países Bajos.
La rehabilitación del Oleoducto Trasandino (Otasa) durante 2023 en el norte de Neuquén, después de 15 años de corte de las exportaciones de crudo a Chile, fue un gigantesco paso para consolidar el cambio de tendencia que predominó a partir de 2010 para la Argentina y que signó con el déficit energético una década de estancamiento económico por la falta de dólares.
La construcción de infraestructura de evacuación del petróleo es vital en ese sentido. Oleoductos del Valle (Oldelval) terminará en la primera etapa del 2025 el proyecto Duplicar Plus, que ampliará en casi 315.000 barriles por día (bpd) la capacidad de transporte desde la Cuenca Neuquina hacia Puerto Rosales, en la costa del Océano Atlántico.
Entre fines de 2026 y comienzos de 2027 llegará la habilitación comercial del proyecto que sostendrá la esperanza del país de hacer irreversible la tendencia de ser exportadores netos de energía: el oleoducto Vaca Muerta Oil Sur (VMOS), para el que se asociaron las principales empresas productoras de crudo en Argentina, como YPF, PAE, Vista, Pluspetrol, Pampa Energía, y las multinacionales Chevron y Shell.
El caño iniciará con una capacidad de 180.000 barriles diarios y trepará rápidamente hasta los 550.000 bpd, para después ir pasando por escalas hasta llegar a por lo menos 750.000 bpd de transporte entre Neuquén y las costas de Río Negro a partir de 2028.
Con los precios actuales sería el equivalente a unos US$ 20.500 millones de exportaciones por año de petróleo crudo solo por el VMOS, aunque una caída de US$ 10 por barril -tal como espera la Administración de Información Energética de los Estados Unidos (EIA) para 2026- implicaría una pérdida de casi US$ 3.000 millones anuales en el Vaca Muerta Sur, justo su costo de construcción.