Los avances en materia de seguridad han sido claves dentro del camino evolutivo de la industria automotriz, de eso no hay dudas. Sin embargo, no por lo que significa la seguridad a bordo —con todo el respeto que bien merece— se le tiene que restar importancia a aquellos dispositivos o mecanismos destinados a cubrir el otro aspecto clave: el confort. Y en ese sentido, fue el control del clima lo que desveló a inventores, emprendedores e ingenieros durante un largo tiempo. Se llegaron a apelar a los artilugios más ingeniosos, hoy seguramente vistos hasta como ridículos.
Es por eso que el aire acondicionado marcó un antes y un después en el modo vivir la experiencia a bordo. En los albores de la industria los días de calor no eran algo central, ya que aquellos primeros autos/carros eran abiertos e incluso, durante las primeras décadas de avance muchos tenían techo de lona enrollable.
La cosa cambió cuando los autos cerrados empezaron a ganar masividad, porque ahí fue cuando los extremos climáticos empezaron a complicar las cosaso, más que nada en las épocas a las que había que darle pelea al calor, porque que a los gélidos inviernos se los pudo combatir más tempranamente debido a que el circuito de calefacción había llegado antes.
El tema era el calor y los primeros sistemas de ventilación muy lejos estaban de ser una solución. Hasta que llegó un buen día en que nace y empieza evolucionar el milagroso aparato capaz mantener el habitáculo fresco y más seco.
Acondicionar el aire, esa fue la larga e intensa búsqueda. La historia señala que, en 1884, un empresario emprendedor inglés llamado William Whiteley había presentado un rebuscado experimento colocando barras de hielo en un contenedor ubicado en el techo y mediante un ventilador unido al eje de las ruedas soplaba aire al interior del carruaje.
Del frío se ocuparía algunos años más tarde la ingeniera mecánica Margaret Wilcox, responsable de patentar el primer sistema de calefacción para automóviles. Fue en el año 1893 cuando, con 34 años de edad, la estadounidense logró canalizar el aire directamente desde el motor hacia el interior. Por entonces, se acentuaba la transición de carros tirados por caballos a autos y, por ende, distaban bastante de ser confortables.
Pero claro, en el verano el aireado era —con mucha suerte— un suspiro, gracias a una velocidad máxima de no más de 20 km/h. Cuando los vehículos empezaron a cerrarse, los primeros paliativos fueron unos respiradores abiertos en el piso o en el torpedo, para generar una corriente de aire que ayude a que la cuestión sea un poco más llevadera, pero ingresaba polvo o humo prácticamente en la misma proporción que aire.
El precursor de los sistemas de aire acondicionado de la era moderna nace en 1902 gracias a Willis Haviland Carrier. Al menos él fue quien consiguió la patente del aparato destinado a hogares, oficinas, negocios; en fin, a todos los ámbitos en los que podía mejorar radicalmente la forma de vivir y trabajar. Para los autos hubo que esperar un poco más.
Recién en 1937 se le concede la patente a un tal Ralph Peo, el inventor de la unidad de refrigeración por aire para automóviles que ya la había tramitado en 1935. Y el primer automóvil en tener aire acondicionado como tal fue el Custom Super Eight de la marca Packard, que debutó en 1940. Por entonces, a esos aparatos se los conocía como “acondicionadores meteorológicos” y consistían en un evaporador de gran tamaño, llamado “serpentina de enfriamiento”, que ocupaba prácticamente todo el espacio del baúl.
La automotriz compraba el dispositivo que fabricaba la firma Bishop & Babcok Co. y lo vendía como componente opcional de lujo. En aquellos días, la General Motors también tenía su prototipo de refrigeración para un Cadillac, similar al esquema utilizado por Packard. Por entonces, no había ningún control para ajustar la temperatura y el aire era soplado hacía adelante desde la parte trasera del habitáculo, por lo que aún estaba lejos de ser una solución práctica y al alcance de la mano. Hacia el final de la Segunda Guerra Mundial, Cadillac anunciaría toda una evolución: los controles de aire acondicionado.
Estaban en la parte de atrás, al lado de los asientos traseros, lo que significa que el conductor tenía que acceder a ese sector para apagar el sistema, algo no muy cómodo, pero sí mucho mejor que detener el auto, abrir el capó y desconectar la correa que unía al compresor con el motor, que era la técnica usada hasta entonces. A mediados de los 50, GM también lo llevaría como un opcional para modelos de su marca Pontiac.
Se agregaron controles separados para los niveles de distribución de aire y refrigeración. El paso siguiente fue introducir un aporte de aire exterior al sistema interno para evitar la recirculación y que el ambiente se envicie. Detalle más, detalle menos, lo cierto es que tras su aparición debieron pasar varios años hasta que fuera considerado por las automotrices como algo esencial. Recién a finales de los 70′ pasó a ser parte del equipamiento de serie.
Básicamente, un aire acondicionado consta de cuatro componentes principales: un compresor, un condensador, un evaporador y un ventilador, además por supuesto de cañerías, filtros, sensores y alguna que otra válvula. ¿Y cómo funciona? Explicado de modo sencillo y simplificado, de la siguiente manera: al apretar el botón “AC”, se enciende el compresor que toma el refrigerante en estado gaseoso a baja presión y baja temperatura, lo comprime aumentando su presión y temperatura, hasta convertirlo en un gas caliente (entre 80 y 100º) a alta presión (entre 10 y 20 bares). Ese gas pasa al condensador, donde se transforma en líquido y pierde el calor (sale entre 50 y 60º). De inmediato ingresa al filtro deshidratador donde quedan las impurezas.
El paso siguiente es atravesar la válvula de expansión para volver a ser gas. Así, llega al evaporador, donde se enfría aún más y es pulverizado convirtiéndose en aire fresco, que luego es impulsado hacia el interior del vehículo por medio de un ventilador.
Mientras tanto, el gas refrigerante vuelve al compresor para iniciar nuevamente el ciclo. El circuito es regulado por una serie de presostatos y termostatos que hacen que el compresor funcione o deje de funcionar en función de la presión y de la temperatura que exista en el circuito y en cada una de las partes del mismo.
En cuanto al líquido refrigerante, el primero que se utilizó fue el R-12 freón, pero como usaba una mezcla de clorofluorocarbonos, fue considerado como una de las causas que afectan la capa de ozono, por lo que fue descontinuado y muchos países pasaron a prohibir su uso. Fue reemplazado por el R-134a y luego por el R1234yf, homologado bajo las nuevas normas anticontaminación vigentes desde 2018.
La llegada de los controles automáticos de temperatura permitió que tanto el calor como el frío se regulen electrónicamente a partir de sensores ubicados dentro del habitáculo. Hoy en día los equipos de aire acondicionado son más sofisticados e inteligentes, ganando en eficiencia porque incluso cuentan con filtro de polen y polvo.
Los climatizadores permiten una diferenciación de temperatura entre el puesto del conductor, su acompañante y las plazas traseras, es decir de una, dos o tres zonas. Diferentes sensores analizan el entorno para actuar en consecuencia al medir la temperatura del exterior, la de la cabina y la generada por el motor, para ofrecer las calorías que gestione una climatización óptima dentro del habitáculo.
Que el sistema no sopla aire con la potencia correcta, que los niveles de temperatura no son los deseados, que hay malos olores… en fin, las señales pueden ser varias. Algunas de las fallas o deficiencias más comunes son: falta de refrigerante, puede ser por agotamiento o alguna fuga en la tubería; filtro de aire sucio, hace que se reduzca el flujo de aire y la eficiencia del climatizador; falla en el compresor, puede ser un problema eléctrico o daño debido a alguna piedra o residuo de la calle/ruta y vidrios empañados, que radica en alguna falencia en el evaporador o la sonda.
Claro que también es posible que el desperfecto esté en el condensador o la válvula de expansión. Generalmente se perciben niveles bajos de aireación y es común también que circulen malos olores debido a bacterias en los conductos o en el filtro del habitáculo, incluso que lleve a la irritación ocular.
A modo preventivo: lo ideal es cambiar los filtros de polen (cada dos o tres años como mucho), y en menos tiempo si el auto “duerme” en la calle o en estacionamiento abierto. Mantener los conductos limpios, lo cual se puede hacer con una espuma seca y obviamente es más práctico que lo hagan en un taller. Para lograr mejor rendimiento y mayor eficiencia en caso de los climatizadores automáticos, se recomienda regular la temperatura en 24º y en modo automático. Si el vehículo quedó al sol, es mejor ventilarlo antes de encender el aire, e incluso, es siempre aconsejable hacerlo después de arrancar el motor y no que lo hagan en forma simultánea.
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