Con la reducción relativa del ritmo inflacionario, basada en un feroz ajuste recesivo, el gobierno de La Libertad Avanza (LLA) alimentó su relato del “éxito” obtenido en estabilizar la economía. Sin embargo, el modelo económico implicó una brusca aceleración de la regresividad en la distribución primaria del ingreso en la Argentina. Asimismo, en este artículo analizamos qué sectores (y actores) dentro del capital aumentaron su participación en la estructura económica y cuáles la vieron mermar entre 2023 y 2024 [1].
“Me sobra mucho mes al final del sueldo”
En octubre pasado la inflación minorista fue del 2,7%, la variación mensual más baja en casi tres años. Con ello, el gobierno de La Libertad Avanza (LLA) alimentó su relato del “éxito” obtenido en estabilizar la economía. Sin embargo, el dato del menor ritmo al que suben los precios no tiene un correlato con la percepción general de la falta de mejoras en los salarios y demás ingresos fijos. La impresión de la calle es que la inflación es superior a la información oficial. Milei había prometido en la campaña electoral que bajaría la inflación, pero la expectativa de que ello solucionaría el bajo poder adquisitivo de las familias trabajadoras no se cumplió.
Esta contradicción aparente tiene dos explicaciones complementarias, una técnica y otra macroeconómica, y trae aparejada una pregunta sobre los “tiempos” y el modelo económico.
La primera explicación refiere a un debate de índole más técnico sobre las estadísticas para medir la inflación. Es importante destacar que el 2,7% mensual puede parecer poco si se compara con el ritmo de los doce meses previos, cuando el promedio fue del 9,5%, pero no deja de ser una variación elevada para la vida cotidiana de las familias trabajadoras y también en términos internacionales. En los primeros diez meses del año la suba de precios acumula un incremento del 107% y en el último año alcanzó el 193%.
A ello se agrega que la inflación se mide como un promedio de suba de los precios que componen una canasta de consumo de bienes y servicios al consumidor, en la que cada producto tiene una ponderación en función del peso que tiene en dicha canasta en un momento dado. Pero en este promedio mensual, hubo rubros que subieron de manera destacada en octubre, en especial todos los vinculados con la vivienda, alquileres y tarifas: vivienda, agua, electricidad, gas y otros combustibles subió el 5,4%.
Precisamente, en los últimos años estos bienes y servicios tienen mayor peso en la canasta de consumos de los hogares debido a cambios en los patrones de consumo y también a los propios incrementos de tarifas de servicios públicos y telefonía celular, pero estas modificaciones aún no fueron impactadas en la metodología de medición de la inflación. Algunas estimaciones muestran que si se hubiera realizado el cambio metodológico que corresponde, el dato promedio de inflación sería más alto que el informado (no obstante, la tendencia es igualmente a la baja) [2] . Esto puede estar explicando la diferencia entre los resultados de la medición oficial y lo percibido por la observación empírica de las personas.
La segunda explicación refiere al otro lado de la ecuación: los salarios y los ingresos populares. Para que mejore el poder adquisitivo se requiere no sólo que baje la inflación, sino que suban los salarios. Y ello es lo que no sucedió, porque precisamente la “receta” para bajar la inflación contiene una buena dosis de ajuste, recesión y hundimiento de los ingresos y el consumo.
La desaceleración de los precios no implica que la economía haya empezado a gozar de buena salud, sino todo lo contrario. A base de ajuste y motosierra, el gobierno hundió la actividad económica, lo que provocó una suba de la desocupación, la precarización laboral y la pobreza.
Los salarios aún no recuperaron el poder de compra que se perdió con la mega-devaluación de Caputo en diciembre de 2023. El Estado y los empresarios se niegan a dar aumentos que permitan una recuperación verdadera del poder compra. Entre septiembre de 2023 y el mismo mes de 2024 el salario real cayó en promedio un 9%, y si se contrasta el nivel acumulado de enero a septiembre de este año versus el mismo período de 2023 la caída es del 13%.
En el sector privado formal los salarios comenzaron a recuperarse a partir de abril, cuando impactaron los primeros acuerdos paritarios corriendo por detrás de la suba del dólar y de los precios, pero en septiembre aún estaban 1,5% por debajo del poder de compra de noviembre de 2023 y 25 puntos por debajo de 2015.
Los trabajadores del sector público son de los más afectados y tuvieron un desplome salarial del 16% desde que asumió Milei. Siguen 41 puntos bajo de 2015, mientras que los no registrados perdieron la mitad de su salario en los últimos ocho años [3].
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Ganadores y perdedores dentro del capital
La evolución de la economía al cabo del primer año de gestión de LLA se inscribe entonces en una brusca aceleración de la regresividad en la distribución primaria del ingreso en la Argentina. Para complementar esa conclusión, vale la pena analizar cuáles fueron los sectores de actividad que resultaron favorecidos/perjudicados por una política económica que, entre otras cosas, avanzó en un ajuste pronunciadísimo, una brusca redefinición de precios relativos y en la “desregulación” de numerosos mercados (con el consecuente –y procurado– afianzamiento del poder estructural de los capitales concentrados que los controlan).
Una aproximación a esa suerte de mapa de ganadores y perdedores es la que resulta de evaluar qué sectores (y actores) aumentaron su participación en la estructura económica y cuáles la vieron mermar entre 2023 y 2024. Los resultados de este ejercicio se vuelcan en el Cuadro que sigue.
Argentina. Evolución de la participación de los distintos rubros económicos en el valor agregado bruto (VAB) total y de los niveles de actividad sectoriales (NA)*, 2019-2024 (porcentajes y puntos porcentuales)
* Para el cálculo de la participación de los diferentes sectores económicos en el VAB total se consideraron los registros a precios corrientes, mientras que para la estimación de la evolución de los NA se tomaron los datos a precios constantes. La información de 2024 corresponde al segundo trimestre del año.
Fuente: elaboración propia en base a INDEC.
Desde esta perspectiva resulta que los rubros ganadores representan el 32% del PBI total. Esto expresa que el “modelo Milei” es regresivo para los trabajadores y otros perceptores de ingresos fijos, y también para un sector mayoritario del capital. Además, es interesante reparar en que casi todas las actividades ganadoras venían de perder peso relativo en el período 2019-2023 (con la salvedad de la producción agropecuaria).
En línea con la orientación de la política económica que se ha venido desplegando desde el inicio mismo del gobierno, el podio de ganadores es ocupado por la intermediación financiera (alimentada por numerosas vías), un conjunto de producciones primarias de exportación ligadas a grandes capitales transnacionales (agricultura, petróleo y gas, minería, pesca), actividades con precios regulados por el Estado que resultaron muy favorecidas por la convalidación de subas de tarifas despiadadas (transporte y comunicaciones, electricidad, gas y agua), y sectores que se “desregularon” en favor de grandes empresas (servicios sociales y de salud, donde se observan comportamientos contrapuestos: aumenta el gravitación de la salud privada y decrece la de la pública) [4].
Se trata de un elenco de ganadores bastante similar al de otros momentos de hegemonía del neoliberalismo en nuestro país (como en la convertibilidad o bajo el gobierno de Macri), lo que da cuenta de que se está en presencia de un proceso que tiene realmente poco de novedoso en lo que refiere a la impronta de la política económica y sus resultados sobre las diferentes clases sociales y fracciones de clase [5].
Al posar la mirada sobre los perdedores se comprueba la presencia de sectores que, en conjunto, explican el 68% del PBI global. Se trata de rubros que en 2023-2024 registraron caídas más o menos pronunciadas en sus respectivos niveles de actividad, con situaciones especialmente críticas como en la construcción, la industria manufacturera y el comercio.
En el interior de este núcleo conviven dos realidades. Por un lado, un grupo de actividades perjudicadas por el drástico recorte del gasto público que se ha instrumentado sobre prácticamente todas las partidas (empleo y sueldos estatales, obras e inversiones, transferencias a provincias, programas asistenciales, etc.), con excepción de las ligadas a los pagos de la deuda estatal. Es el caso de los renglones correspondientes a enseñanza [6], construcción, y administración pública y seguridad social.
Por otro lado, sobresalen muchos sectores afectados sobre todo por la retracción del consumo interno ante la caída del poder adquisitivo de los salarios, las jubilaciones, las pensiones, etc. Se destacan aquí algunas actividades asociadas al esparcimiento y la recreación de la población (hoteles y restaurantes), la producción fabril y el comercio mayorista y minorista.
Por su importancia, caben algunos comentarios sobre la evolución dentro de la industria, un sector que en promedio ha sido desfavorecido por el combo letal de: apertura comercial, suba de costos (financieros, logísticos, servicios públicos, inmobiliarios), estabilidad (apreciación) cambiaria y caída de la demanda interna, a todo lo que habría que adicionar el sesgo anti-industrial de la política económica en curso.
Como en otros experimentos neoliberales, esto ha dado lugar a un proceso cuyos rasgos principales pasan por la desindustrialización, el cierre de empresas, la pérdida de puestos de trabajo y una reestructuración sectorial regresiva. Esto último se refleja en una mayor ponderación dentro del espectro productivo de unas pocas ramas más bien orientadas al mercado mundial (alimentos y bebidas, industria petrolera y algunos segmentos de la química), y un retroceso en la incidencia de las demás (en manufacturas de lo más variadas como, por ejemplo, equipos y aparatos de radio, televisión y comunicaciones, artículos de marroquinería, prendas de vestir, productos textiles, muebles y colchones, vehículos automotores, maquinarias y equipos, minerales no metálicos, y derivados de caucho y plástico).
Ahora bien, el reconocer el carácter perdedor del capital industrial no debería llevar a generalizaciones, siendo que hay empresas, en particular de grandes dimensiones, que han establecido mecanismos compensatorios que les han posibilitado mantener o incluso mejorar su ciclo de negocios. Por caso, al comenzar la gestión, luego del shock devaluatorio que se habilitó, muchas corporaciones (más que) compensaron el declive en la actividad con aumentos de precios [7]. Otro mecanismo ha sido el propiciar incrementos en los niveles de explotación de los trabajadores (y, como proyecto estructural, impulsar una reforma laboral tendiente a una mayor precarización laboral). Finalmente, no se puede soslayar que muchas grandes compañías han canalizado porciones más o menos relevantes del excedente generado en el proceso productivo a la esfera especulativa a instancias del festival financiero que ha estimulado la política económica.
¿Estabilización o ajuste recesivo?
Es cada vez más habitual escuchar en diversos espacios (no solo mediáticos, no solo de pensamiento liberal o libertario) el “¿y si le sale bien?” como caracterización de la supuesta estabilidad económica que habría conseguido el gobierno de LLA [8].
Se trata de una mirada que, por acción o por omisión, esconde varios aspectos críticos.
Primero: la tan mentada estabilidad se da en el marco de un ajuste brutal y profundamente regresivo, a la vez que es indudable que la política económica se mueve por un desfiladero estrechísimo por diferentes razones.
Segundo: el ajuste implementado ha dejado unos pocos ganadores y numerosos perdedores. Sobre todo, quienes vivimos del salario, del propio trabajo o de una jubilación. En el reparto de ganancias y costos al interior de las fracciones de la burguesía, si bien algunos sectores, en especial los orientados al mercado interno, perdieron participación relativa en el valor agregado, se favorecieron del deterioro general de los salarios y buscaron descargar los costos hacia los trabajadores, en tanto otros no han tenido margen para aplicar compensaciones.
Uno de los objetivos estratégicos principales del plan de Milei es reconconfigurar la matriz productiva a imagen y semejanza de los intereses del capital financiero internacional, torcer la relación de fuerzas para garantizar la rentabilidad para pocos sectores a costa de mayor explotación laboral, mientras se acentúa el atraso productivo de ramas no exportadoras de bienes primarios. “¿Y si sale bien?” es para unos pocos. No hay «exito» del plan de Milei que pueda ser bueno para la clase trabajadora.
[1] Artículo realizado para la revista digital La Cigarra
[2] Strada, J. y Letcher, H.: “Todo a su medida”, El cohete a la luna, 2024 y Telechea, J.: “Inflación: ¿se mide bien o quedó desactualizada?”, Cenital, 2024.
[3] Arancibia, M.: “Nada para festejar: los salarios no recuperan lo perdido con la devaluación de Caputo”, La Izquierda Diario, 2024.
[4] En una economía en recesión, la mayoría de estos sectores expandieron su nivel de actividad. Un caso que amerita ser resaltado es el de la actividad agropecuaria, cuyo crecimiento (superior al 80%) se explica en lo fundamental por un punto de partida especialmente bajo en 2023 por efecto de una sequía de magnitudes históricas.
[5] Tampoco resulta llamativa la notable recomposición de ganancias que tuvieron muchas corporaciones que se desenvuelven en estos sectores. Véase AA. VV.: “Las empresas más grandes que cotizan en la Bolsa de Comercio quintuplicaron sus ganancias en el último año”, Instituto de Pensamiento y Políticas Públicas, 2024 y Manzanelli, P. y Amoretti, L.: “Informe de coyuntura N° 45”, CIFRA/CTA, 2024.
[6] Al observar lo sucedido en esta actividad se verifica el mismo sesgo que en servicios sociales y de salud: mayor ponderación de la educación privada y declinación de la pública.
[7] Al estudiar la dinámica de la formación de precios mayoristas industriales en los meses inmediatos al shock de diciembre de 2023, se evidencia que entre las ramas más dinámicas en la materia se cuenta una amplia gama de producciones oligopólicas: cerveza, insecticidas y plaguicidas, bienes de la refinación de petróleo, acero y aluminio, artículos de higiene y limpieza, cigarrillos, cemento y cal, diversas sustancias químicas básicas, productos lácteos, automóviles, algunas máquinas agrícolas y golosinas, entre las principales.
[8] A modo de ejemplo de miradas “heterodoxas” condescendientes con la evolución de la economía en el primer año de gestión de LLA se remite a Álvarez Agis, E.: “¿La está domando”, Le monde diplomatique, N° 306, 2024 y Scaletta, C.: “Milei y el reseteo capitalista”, en El destape, 2024.