La denuncia de un grupo de madres derivó en la detención de cuatro hombres acusados de captar alumnas de un colegio secundario del sur de la ciudad de Salta para explotarlas sexualmente. De acuerdo a la investigación, un remisero cumplía un rol clave dentro de la red de trata trasladando a las víctimas, mientras que un adolescente de 16 años que era compañero de ellas aprovechaba su confianza para sacarles información.
Todo comenzó después de que un grupo de madres descubrieran mensajes de Whatsapp con diversas transferencias de dinero sobre servicios por «citas privadas» y, en uno de los casos, le solicitaban a una menor concretar un encuentro junto a su hermana de 12 años. La hipótesis señala que la presunta banda captaba a las chicas a la salida de una escuela y las «ofrecían» a clientes que esperaban los encuentros en dos hoteles situados sobre la Ruta 26.
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La organización tenía todo pensado y controlado. Desde el hecho de que el remisero se había ganado la confianza de los padres para trasladar a sus hijos, los datos aportados por el compañero -que quedó imputado como «partícipe secundario»-, hasta la verificación exacta de la duración de los encuentros sexuales y una lista de precios por cada «servicio».
Entre otros datos, una fuente señaló al medio El Tribuno que los hombres pagaban más si las chicas no habían perdido la virginidad y la tarifa más alta que podían llegar a recibir era de 200.000 pesos.
El chofer y los otros tres acusados fueron imputados como coautores de «trata de personas con fines de captación, promoción, facilitación y explotación sexual, agravada por la vulnerabilidad, minoridad y cantidad de víctimas, la participación de más de tres personas y por haberse consumado la explotación». Asimismo, el juez federal de Garantías N°1 de Salta, Julio Bavio, les dictó la prisión preventiva.
El adolescente de 16 años, en tanto, seguirá siendo investigado y continuará sometido a proceso con un régimen especial. El caso está en manos del fiscal general Eduardo Villalba y la auxiliar fiscal Roxana Gual, de la Fiscalía de Distrito, que en la audiencia de formalización la definieron como una causa “de una gravedad inusitada” y con “particularidades” complejas.
Cómo operaba la red que captaba menores en Salta
Con la frase “Vamos a hacer la onda” se daba pie para organizar las citas. El remisero investigado, de 63 años, se valía de la confianza que le tenían los padres y captaba a las menores «de manera perversa» para luego ofrecerlas a los explotadores. Al declarar en Cámara Gesell, las víctimas dijeron que los clientes les ofrecían alcohol y drogas antes de cometer los abusos.
El fiscal sostuvo que el hombre tenía sometidas a las jóvenes psicológicamente, ya que ellas lo veían como una persona que les había dado la posibilidad de adquirir ciertos bienes como celulares o ropa y manejar ciertas sumas de dinero. Otras de las alumnas, en cambio, le tenían miedo porque las había amenazado con contarle lo que hacían a sus padres.
La investigación detectó que los pagos se hacían mediante transferencias pero uno de los abusadores lo hacía al contado. Los encuentros se pactaban casi sobre el final del horario de escuela o cuando las estudiantes tenían «hora libre» y duraban 18 minutos, controlados por los integrantes de la red.
Las citas se realizaban en hoteles de la ciudad y en la casa de uno de los explotadores. Durante el allanamiento a la casa de uno de los detenidos, realizado por oficiales de la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA), se secuestraron computadoras, celulares, discos externos de almacenamientos, lencería erótica, elementos para prácticas sexuales, marihuana, y objetos de interés para el caso.
También se incautó un vehículo: el Volkswagen Voyage blanco que usaba el principal imputado para trasladar a las víctimas. En ese sentido, el fiscal Villalba también imputó al remisero por abuso sexual de una chica de 12 años, hermana de una de las jóvenes captadas, de 16. Según la acusación, manoseó a la preadolescente en una oportunidad que logró en que subiera a su auto, y además le propuso mantener una «cita» con un cliente.
“Sabemos que el delito de trata de personas es un delito que cosifica al ser humano. La función del remisero era buscar cuál era la mercadería que los clientes estaban necesitando”, destacó el fiscal en la audiencia imputativa. Además, recordó que la escala prevista para este delito agravado es de 10 a 15 años de prisión, por ser un caso de “alta complejidad” que vulnera la “dignidad de los niños”.
Las primeras denuncias y el rol del compañero de las víctimas
El 26 de junio de este año la madre de una de las niñas se sorprendió cuando vio el celular de una marca de alta gama que tenía su hija. Por este motivo, revisó el dispositivo y vio chats de índole sexual, entre ellos una conversación con el remisero. En el intercambio le consultaba para «hacer un encuentro» con su hermana menor, por lo que la mujer hizo la denuncia que inició la investigación.
Paralelamente, otra madre radicó una nueva presentación ante la Justicia en la que afirmó que un compañero de la escuela quiso convencer a sus hijas de 13 y 16 años para tener «citas» con adultos. El joven tenía un papel clave porque averiguaba detalles importantes para la banda de explotadores, como la situación de sus compañeras o si eran vírgenes, y se comunicaba en las afueras del establecimiento con el chofer mediante señas.
“Por beso se pagaba 60 mil pesos, 20 más por sexo oral y así hasta llegar a 200 mil por penetración si aún no había perdido su virginidad”, sostuvo un investigador al diario El Tribuno. Por el momento solo dos de los «clientes» imputados, declararon y lo hicieron para desligarse de la imputación al expresar que supuestamente desconocían la minoridad de las víctimas.
FP / EM