A menos de un año para el inicio del Mundial 2026, una medida impulsada por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, podría provocar un conflicto político-deportivo de escala global. Según reportes de la cadena CNN Brasil, el mandatario evalúa restringir la emisión de visas para ciudadanos brasileños.
Esto afectaría directamente la posibilidad de que los hinchas del país sudamericano asistan a los partidos de su selección en suelo norteamericano. El trasfondo de esta decisión sería el deteriorado vínculo entre Trump y el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula Da Silva.
Si bien el conflicto se mantiene en el plano diplomático, su impacto podría ser determinante para el desarrollo de una de las principales competencias deportivas del planeta. Brasil ya está clasificado al Mundial, pero podría verse obligado a disputar sus encuentros en Estados Unidos sin el apoyo de sus hinchas, lo que alteraría por completo la experiencia de miles de seguidores y pondría en aprietos a la FIFA en términos organizativos.
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El veto, en caso de oficializarse, no alcanzaría a los futbolistas, al cuerpo técnico ni a la delegación oficial de la Confederación Brasileña, pero sí afectaría a todos los ciudadanos comunes que deseen ingresar a Estados Unidos para asistir a los partidos. En ese contexto, la única alternativa para los fanáticos brasileños sería acompañar a su equipo en sus compromisos en México o Canadá, los otros dos países anfitriones del torneo.
Irán, también en la mira de Trump y Estados Unidos
Esta situación no es inédita. Algo similar ocurre con Irán, que ya tiene asegurada su plaza en la Copa del Mundo pero sigue sin saber si sus hinchas podrán ingresar a territorio estadounidense, debido a una proclamación firmada por Trump en junio pasado, bajo el argumento de la seguridad nacional.
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Aunque en el caso iraní la medida lleva más tiempo vigente, aún no se ha definido si afectará también al equipo, ya que la FIFA no se ha pronunciado al respecto. El eventual bloqueo a los ciudadanos brasileños genera preocupación en diversos sectores.
Por un lado, supone un problema diplomático de magnitud entre dos de las economías más importantes del continente. Por otro, compromete los planes logísticos y comerciales de la FIFA, que apuesta a estadios llenos y un clima festivo en las ciudades sede.
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Mientras tanto, la organización del Mundial avanza sin certezas sobre cuántos aficionados de ciertas nacionalidades podrán ingresar libremente a Estados Unidos. El escenario es inédito y podría marcar un antes y un después en la política de visados aplicada a eventos deportivos internacionales.
La incógnita se mantiene: ¿podrá Brasil contar con su gente en el país donde se jugarán la mayoría de sus partidos, o será víctima de una disputa que trasciende el fútbol?
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