Aprender a gobernar no es fácil. El Gobierno ha desarrollado una discapacidad para gestionar que lleva a sus principales proyectos a naufragar en manos de sus adversarios. No se deja ayudar por quienes comparten sus objetivos y dominan los personalismos por sobre el interés del conjunto. Como en los grupos de amateurs, presume de ser una vanguardia iluminada que ve lo que los demás no ven. Ignora, quizás porque llegó al poder de rebote y con votos prestados, que la política es un negocio de representación, no de arrastrar a nadie a una tierra de promisión.
En la semana que comienza puede ver frustrado su intento de designar por decreto dos jueces en la Suprema Corte. También debió demorar el tratamiento del DNU enviado al Congreso para autorizar el acuerdo con el FMI. Además, se resquebrajó en Diputados el pacto de diciembre de 2023 con la oposición amigable y la oposición extrema de Unión por la Patria, para designar a Martín Menem presidente de la Cámara.
Si Victoria Villarruel accede al pedido de la bancada del peronismo de una sesión para el jueves, el Gobierno no tiene asegurados los 2/3 de los votos para convertir a Ariel Lijo y a Manuel García Mansilla en miembros de la Corte. Corre el riesgo de que la Cámara de Senadores rechace las dos por su incapacidad de cumplir lo que pide la Constitución: negociar con las fuerzas políticas un acuerdo que satisfaga a todos.
La debilidad es la principal emergencia que padece el Gobierno. Lo más que puede lograr es anegar su derrota con un retiro de los dos pliegos, y emprender una negociación que saque a este conflicto de un bloqueo que parece inundar la agenda política, intoxicada por el veneno criollo de la intransigencia.
La intransigencia tanto del Gobierno como del peronismo endurece este bloqueo a medida que se acercan las elecciones. El último diálogo que tuvieron José Mayans y Juan Carlos Romero, que coordinan al peronismo y al no peronismo de la Cámara, dejó abierta una ventana a una fórmula que saque al Gobierno de esta parálisis.
Alivio: más productos para negociar
Se dice fácil, pero pueden aparecer más productos en la canasta para negociar. En dos semanas, el 31 de marzo, cesan los tres representantes del Senado que integran la Auditoría General de la Nación. Hace un año que cesaron los tres representantes de la Cámara de Diputados.
El Gobierno ha demorado la designación de estas tres vacantes con la pretensión de poner un representante de La Libertad Avanza, un partido en estado gaseoso, casi un grupo de whatsapp que funciona como una agencia de colocaciones y que en el Congreso ha cedido la franquicia de gobernar al PRO. Ahora van a quedar seis vacante para negociar. Solamente quedará en su cargo el presidente, Juan Manuel Olmos, designado por el PJ Nacional. El país quedará sin organismo de control del gasto del Gobierno.
Quien quiera negociar, tendrá dos jueces de la Corte, o cuatro si se la amplía a siete miembros, seis auditores, el defensor general de la Nación y el procurador. Lindo paquete en donde habrá para todos.
En Diputados hay un acuerdo para que Jorge Triaca asuma en representación del PRO y con el apoyo del bloque de Pichetto, Mario Negri en representación de la UCR y también del bloque Encuentro Federal.
El peronismo tiene un cargo, que se presume será para que siga Juan Ignacio Forlón. Hay casting en el Senado, donde puede haber nuevo mandato para Javier Fernández, del peronismo.
Una silla es para los radicales, que tienen como candidato a Enrique Vaquié, exministro de Economía estrella de los gobiernos radicales de Mendoza, a quien promueve el exgobernador y senador “Rodi” Suárez.
Una tercera silla se anota para el sector de “Los 39”, que son ahora 38 y que coordina Juan Carlos Romero como representación del no pejotismo.
El quórum, a los trompazos
El bloqueo al que conduce la polarización entre las dos fuerzas conservadoras, el peronismo y el mileísmo, aporta escenarios violentos. El último miércoles estos se prodigaron en las calles que rodean al Congreso, con las provocaciones entre la policía y los activistas.
En el recinto hubo más profesionalismo entre los diputados de La Libertad Avanza. Aportaron escenas de pugilato cuando el diputado Almirón, que viene de ser concejal del peronismo en Corrientes, quiso sacar del recinto al desarrollista Oscar Zago. Fue en el intento -exitoso- de dejar sin quórum una sesión que se proponía tratar la integración de la Comisión de Juicio Político y, si seguía, también una quita de delegaciones al presidente.
No es nuevo lo de aplicar violencia para dar o quitar quórum. En 1990 Mario Gurioli, entonces exdiputado, se sentó en una banca para dar número a la ampliación de la Suprema Corte, en la tradición de los grandes diputruchos. El “Ruso” Gurioli tenía experiencia en tortazos en el recinto. Cuando era diputado, en la década de los años 80, este militante de Guardia de Hierro protagonizó un escándalo al revolear unos libros contra la bancada radical. Solo le faltaba al mileísmo esta muestra de la “nueva política” para sumar violencia física a la violencia verbal del presidente.
El VAR deberá resolver si homologa, para figurar en esta serie de incidentes, el sopapo que le aplicó Graciela Camaño a Carlos Kunkel. La certificación es necesaria porque el incidente no ocurrió en el recinto sino en una sala donde sesionaba una comisión.
El DNU en manos de la oposición
Esta evocación sería una mera anécdota si Zago y Almirón no fueran los dos mileístas que integran la Comisión de Trámite Legislativo, que tiene que tratar, entre otros, el DNU que envió el Gobierno dándose autorización para firmar un acuerdo con el FMI.
El incidente en Diputados desnudó las diferencias que tiene Zago con la conducción de su partido. Para colmo, en 2025 la conducción de la Comisión debe pasar del Senado a Diputados, y debe presidirla un legislador del oficialismo.
Este enredo motivó que el jueves se suspendiera la sesión que iba a ser la última presidida por el senador por La Rioja, Juan Carlos Pagotto. Si se elegían autoridades, Zago tenía las mejores chances de reemplazarlo como presidente y aportar el voto 9 de los integrantes que quieren rechazar el DNU.
El acuerdo con el FMI, a la deriva
Zago es un crítico a la decisión del Gobierno de elegir el DNU como instrumento para autorizar el acuerdo. Esto no quiere decir que haya decidido su voto en contra. Sí está de acuerdo con la última decisión de Pagotto de postergar hasta esta semana la sesión. El peronismo tiene 7 miembros y ya han avisado que van a rechazar el DNU. Lo mismo haría Nicolás Massot.
Con Zago votando en contra, el DNU caería en el acto. Por eso se han dado una semana de plazo para escuchar al secretario de Hacienda, al presidente del Banco Central y a algún funcionario más que se comprometió a mandar el Gobierno, para explicar detalles del DNU que no son explícitos.
Zago, un experimentado tiempista que sabe administrar lo que tiene, avisó que dedicaría el fin de semana a examinar en detalle el DNU y resolverá su criterio. Otra vez el Gobierno ve con pánico que un proyecto del cual depende su programa económico termina ligado a factores incontrolables, como son los incidentes que se produjeron en Diputados. El Gobierno mide en estas horas cuál puede ser el destino del DNU en la bicameral. Si advierte que no hay votos para aprobarlo, dejará que pasen los 10 días hábiles después de los cuales el DNU puede ir directamente el recinto de las dos Cámaras. Ahí puede tener una segunda oportunidad sobre la tierra.
Ultimátum de Máximo a un Menem
La sesión del miércoles en la Cámara de Diputados para tratar un puñado de proyectos para investigar el Cripto Gate puso en extrema crispación el ánimo de Martín Menem para conducir la Cámara. Desde que le pidieron que autorizase la sesión especial, buscó evitar que se integrase el quórum. Argumentó ante los diversos bloques que era ya un tema viejo y que no le importaba a nadie.
La sesión se inició sin plan de labor parlamentaria, algo que era su responsabilidad, y el trámite se resolvió en una serie de derrotas del oficialismo. El final con trompadas entre diputados del oficialismo terminó con un insólito levantamiento de la sesión, según Menem por falta de quórum, cuando en el recinto sobraban diputados, aunque algunos se habían levantado de sus bancas y el tablero señalaba 128 (uno menos que el quórum).
El incidente produjo un piquete sobre el atril de la presidencia por parte del bloque peronista, encabezado por Germán Martínez y Máximo Kirchner. Este le pidió que pusiera orden. Menem replicó: “No puedo hacer nada”. Máximo lo ejecutó con ira: “Vos no podés ser presidente de la Cámara”. Pareció una amenaza de revisar los Pactos de 2023