La presentación del presupuesto 2025 será tomada por Javier Milei como la oportunidad para expresar por escrito, de manera formal, lo que viene predicando en sus últimos discursos -incluida su polémica pública con Cristina Kirchner-. Es decir, que la estabilización de la economía argentina no depende de acumular reservas en el Banco Central sino del mantenimiento del superávit fiscal.
Es por eso que anunció que cambiará el criterio técnico para confeccionar el presupuesto. «Decidimos que nuestra metodología se va a llamar déficit cero, y eso implica que el resultado financiero es cero. Por lo tanto, Argentina deja de tomar nueva deuda», había dicho el presidente en un discurso ante empresarios del Council of Americas.
En realidad, Milei se propone ir más allá del equilibrio fiscal sino que el objetivo será la obtención de un superávit primario -es decir, la diferencia entre ingresos y gastos corrientes, antes del pago de intereses- porque ya adelantó que de ese saldo positivo saldrán los fondos con los cuales se cancelarán los vencimientos financiero del año próximo.
Hablando en plata, el año próximo se deben pagar, por concepto de intereses de la deuda en pesos el equivalente a u$s1.261 millones, mientras que por la deuda en dólares la cuenta será más abultada: u$s8.947 millones. Expresado en términos de PBI, este pago implicaría un 1,6% -si se asume que la economía crecerá un 5%, como prevé el reporte del Fondo Monetario Internacional-.
Números desafiantes para Luis Caputo
Los economistas consideran que lograr un superávit primario en torno del 1,5% no será una misión imposible, aunque sí obligará al equipo de Toto Caputo a un mayor celo en el gasto público, dado que el gobierno se comprometió, además, a disminuir la presión tributaria.
Por lo pronto, ya no contará con el impuesto PAIS, que este año hizo un aporte nada menos que del 7% de la «torta» recaudatoria total. Además, si bien no hubo anuncios oficiales al respecto, el gobierno insinuó que también habrá algún alivio parcial en las retenciones a la exportación agrícola.
Habrá dos compensaciones para esa baja en la recaudación. Uno será un ingreso nuevo, el reinstaurado impuesto a las Ganancias para la cuarta categoría. En los cálculos de Caputo, aportará un 0,4% del PBI. Y el resto de la mejora en la recaudación vendrá, espera el gobierno, de la mano de la reactivación económica, que hará que los impuestos más directamente vinculados a la actividad económica, como el IVA, dejen un mayor aporte en la caja de la AFIP.
Pero, además, el gobierno se fijó otro objetivo, que seguramente será parte del discurso de Milei ante el Congreso: que el rubro de asistencia social -básicamente la Asignación Universal por Hijo y el aporte de la Tarjeta Alimentar- no sólo no caiga sino que tengan un incremento, para ayudar a bajar los niveles de pobreza e indigencia. En su discurso de respuesta a Cristina Kirchner, el presidente se había jactado de que ambas prestaciones cubren hoy el 99% de la canasta básica alimentaria del Indec, mientras que en el gobierno anterior esa cobertura era del 60%.
Es decir que el presupuesto 2025, que según adelantó el propio Caputo contará con 54% más de ingresos que este año, tendrá que tener en cuenta ese incremento en el gasto del rubro social, pero ya sin el aporte del impuesto PAIS, y que además quede un sobrante necesario como para pagar los intereses de la deuda.
La previsión del gobierno es que la recaudación de impuestos aumente en menor medida que el crecimiento de la economía, de forma tal que la presión tributaria, que ahora es de 21,61% del PBI, pase a ser del 21,16% de PBI el año próximo.
Son números que fácilmente pueden verse alterados si la oposición le impone al gobierno un incremento importante del gasto público, y es por eso que Milei reaccionó con virulencia ante la aprobación de la reforma en la fórmula de indexación jubilatoria.
Según el cálculo del gobierno, de no vetarse la ley, habría un costo fiscal de 1,2% para el año próximo. En otras palabras, sin veto, Milei ya no podría cumplir su objetivo de tener un superávit primario lo suficientemente alto como para pagar los intereses de la deuda y quedar en equilibrio financiero.
Presupuesto 2025: qué mensaje quiere dar Javier Milei al mercado
En todo caso, el hecho de que el presidente haya tomado personalmente la función de anunciar el presupuesto -una tarea que generalmente realiza el ministro de Economía– y que además haya decidido presentarlo un domingo, en el horario de mayor rating televisivo, da la pauta de que, más allá de los detalles económicos, tiene la intención de reforzar un mensaje político.
De hecho, ni siquiera la posibilidad -bastante elevada- de que su proyecto de presupuesto sea rechazado por el Congreso supone un desánimo para el presidente, cuyo discurso no tendrá como principal destinatario a los legisladores sino al mercado financiero.
El presidente destacó la importancia política de su nueva metodología presupuestaria
Después de todo, el discurso será pronunciado en un momento muy particular para la economía: en un momento de relativa calma cambiaria, en el que el gobierno trata de convencer al mercado de que la estabilidad no es producto de factores pasajeros –como el ingreso de dólares por el blanqueo- sino de un cambio estructural en la economía.
Y ahí es donde el discurso de Milei adquiere una dimensión política que trasciende la mera cuestión presupuestal: el presidente quiere imponer su concepto de que es el equilibrio fiscal el verdadero origen de la calma cambiaria, y que será también la llave para destrabar el cepo al dólar.
Ya en sus últimas intervenciones venía refiriéndose a este tema, como cuando argumentó ante la cúpula de la Unión Industrial Argentina que el equilibrio fiscal y el fin de la era la inflación son una ayuda más potente que los programas de incentivo sectorial.
Y luego, aprovechando el documento de Cristina Kirchner sobre los riesgos de la «economía bimonetaria», desplegó su argumento central. En contra de lo que afirma la ex presidenta -que dice que el gobierno no está a salvo de sufrir una nueva corrida cambiaria, dada su dificultad para acumular reservas en el BCRA-, Milei dice que en realidad es al revés, que no son las reservas sino las cuentas fiscales las que aseguran la estabilidad del tipo de cambio.
Su argumento es que, al no existir déficit fiscal, se eliminan las presiones para la emisión monetaria, y que ese es el punto clave, porque lo que determina el riesgo de una crisis devaluatoria es el «overhang» de pesos.
Milei relativiza la importancia del superávit comercial, porque afirma que el hecho de que un exportador venda dólares no significa que quiere comprar pesos. En un contexto de cepo cambiario, el exportador no tiene otra opción, y por eso es presumible que, a la primera oportunidad que tenga, tratará de sacarse de encima esos pesos lo antes posible.
Por eso afirma que el momento de levantar el cepo será cuando la demanda de pesos real de los argentinos sea igual a la «demanda amplia» -que incluye el dinero encajado en el BCRA-. Y que eso ocurrirá por la combinación de la reactivación económica más la política de «emisión cero».
Presupuestos peronistas: semejanzas y diferencias
No deja de ser llamativo cierto denominador común con los últimos presupuestos de la gestión peronista -tanto los elaborados por Martín Guzmán como por Sergio Massa-. En todos los casos se planteó la necesidad del ajuste fiscal como condición ineludible para bajar la inflación y retomar el crecimiento económico.
Es cierto que en ninguno de esos presupuestos se planteó el objetivo de un superávit fiscal, pero sí un compromiso al mercado en el sentido de disminuir rápidamente la asistencia monetaria del Banco Central al Tesoro y, además, avanzar en el recorte de subsidios a las tarifas de gas y electricidad.
De hecho, en el último presupuesto de Massa, el de 2023, la austeridad fiscal aparece descripta como el remedio para los males del país y ni siquiera quedaron rastros de la retórica heterodoxa que afirmaba que la inflación es un fenómeno «multicausal».
Claro, al calor de la campaña electoral, la promesa de recortar el déficit fiscal y dejarlo en 1,9% del PBI nunca se cumplió. Pero en el discurso estuvo el guiño al mercado financiero, ya que se afirmaba que la asistencia del BCRA sería «apenas» un 11% de la toma de deuda prevista.
Otra característica de los presupuestos peronistas era la subestimación tanto de la inflación esperada como de la recaudación de impuestos. Y había poderosos motivos políticos para ello: al fijar un nivel bajo de inflación, se influía sobre las paritarias, para evitar «excesos» en los costos salariales de las empresas. Por otra parte, al subestimar los impuestos, se garantizaba la discrecionalidad en el manejo de los recursos que estuvieran por encima del nivel marcado oficialmente.