sábado, 27 julio, 2024
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El equipo del que nada se espera e igual desilusiona

Es tan grande el contraste, tan evidente la diferencia que no hay forma de disimularla: nada tienen que ver esos miles que se abalanzaron a la Ciudadela, que coparon el barrio más popular del país desde tempranito, incluso desde anoche y que después llenaron las tribunas con los 11 que entraron a la cancha. 

El Pueblo Ciruja no durmió de los nervios en la noche del sábado, si más de uno se tuvo que empastillar, si otros eligieron sublimar la espera con juntadas, botellas cortadas y latas heladas, porque desde que empató Agropecuario se frotaban las manos pensando en esa final que los jugadores ni se enteraron que debían jugar. 

Las veredas repletas, las casas embanderadas, el tránsito a puro bocinazo de aliento, indican que hoy hay un partido importante, un momento bisagra en la temporada: “Ahora sí”, piensan los hinchas que se pellizcan para comprobar que sea real que este plantel haya llegado hasta acá con chances de salir campeón. 

“Ahora sí”, dicen los hinchas, pero no los jugadores que, con la apatía que los caracteriza desde que empezó el año, saltan a la cancha al trotecito, con camiseta alternativa a jugar una final (no entiende nada el que decide eso),  y no tarda más de 5 minutos en convencer a todos que este partido no tiene nada de particular para ellos y que van a transitarlo sin patear al arco otra vez, sin generar ni un esbozo de situación, sin hacer levantar ni una vez a los plateístas, sin contagiar nada de nada, sin trasmitir un ápice de pasión a esos que bajo el sol quemante de la siesta no paran de saltar y cantar como si no hubiera mañana, y es que no lo hay, pero los jugadores no lo saben, o no quieren saberlo. 

¡Ojo! No es que falte actitud, incluso por momentos hay bastante de eso, algo de ganas, mucho ímpetu para las divididas, coraje para el choque, intención de pelearlas todas, de disputar el partido. El problema esta vez (y siempre) , y más grave, es la falta total de aptitud, la incapacidad absoluta para dar tres pases seguidos, para producir algo de volumen de juego, para generar situaciones, para inquietar  un rival que defiende el cero de taquito y sin despeinarse ante unos delanteros menos agresivos que un caniche toy, con menos peso que una pluma, con menos capacidad de daño que un chasquiboom.

Eso es San Martín: una masa enardecida de hinchas que llegan desde todos lados, como sea, dispuestos comerle el hígado a cuando rival, árbitros y quién sea que les ponga al frente, representados por futbolistas incompetentes, desidiosos y faltos de talento. 

Es por eso que los centrales y el arquero la tienen más que los volantes, que salvo por algunos tímidos intentos de Bucca, el mediocampo brilla por su ausencia a la hora de crear, Pierce solo marca y la entrega al más libre, Ciccolini intenta pero no puede, Andrada ni siquiera intenta. 

Pasan los minutos, las horas, las fechas, los años, y la cosa no cambia, y ahí ya las culpas trascienden a Frontini y sus dirigidos, porque en las últimas temporadas se viene repitiendo esto de no ganar cuando hay que ganar, incluso con jugadores bastante mejores que estos, entonces la psicosis es colectiva, la dinámica es tóxica, y solo un buen líder podría enderezar la nave, quizás más de un líder, algunos futbolísticos, otros extra deportivos, todos tirando para el mismo lado y con la misma fuerza. 

Mientras tanto, hablamos de los minutos de que hoy, esos en los que el equipo naufraga en el mar de intrascendencia, en el que miran la gloria ahí nomás en la costa y no pueden llegar porque no saben nadar y no quisieron aprender cuando todavía se podía. Igual están ahí y no lo aprovechan. 

A Frontini sí le caben los reproches por su falta de lectura del desarrollo de los partidos, por su parsimonia exasperante a la hora de recurrir al banco, por no hacer los cambios que se imponen. 

Los 30.000 ven y piden, pero él: ¿Puede no darse cuenta que Andrada está tan mal que hasta espera un lateral afuera de la cancha? ¿Que Verón no logra ni ganar un lateral y queda en off side en 9 de cada 10 pelotas?  ¿Que el equipo está cansado y falto de fútbol? Parece que no lo ve, por eso tarda hasta la mitad del segundo tiempo para recién modificar un poco la estructura, como si hasta ahí hubiese estado conforme con el rendimiento. 

Es todo: es un compendio de malas decisiones, desde las más grandes como la elección de jugadores, cuerpos técnicos y demás, hasta las más pequeñas, como darle mal un pase al compañero que se va solo o elegir mal el lado de la cancha para jugar, digamos que una cosa lleva a la otra. 

Ahora, cómo todo puede pasar, al fin y el cabo aún existe, increíblemente, la posibilidad de que este equipo sin virtudes pueda salir campeón: todavía pueden ganar en el Bajo Belgrano y esperar que Almirante Brown ni Agropecuario ganen sus respectivos partidos. 

Al final, ya con el empate consumado, las caras largas de que salen por el playón de la platea lo dicen todo, entre los diálogos, se destaca frases del tipo “no pateamos al arco”, “Con este equipo es milagro que ascendamos” y la mejor de todas “Que culiao que son estos, nunca espero nada de ellos e igual consiguen desilusionarme”. 

Como dice el reconocido hincha Pituto Bellomío “a los milagros hay que ayudarlos y tenemos un equipo ateo de esta religión que es San Martín”. Queda una fecha más, que sea lo que sea. Ahí estaremos. 

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