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El servicio militar que supimos tener

21/07/2023 18:01

Clarín.com Sociedad Actualizado al 21/07/2023 18:01

No hice la colimba: me tocó número bajo. ¿La verdad? Me puse contento cuando escuché que a los últimos tres dígitos de mi DNI le correspondían en suerte un número que empezaba con cero. Si bien ya estudiaba en la Universidad, no me preocupaba perder un año, sí me daban temor los abusos que conocía por más de un amigo o compañero. El servicio militar, al menos para los chicos de clase media más o menos liberal, era una forma de control: ahora vas a ver lo que es bueno, no tener derechos, obedecer lo absurdo porque sí, conocer el resentimiento ajeno.

Resulta curioso: el “Nunca más” que, en 1984 con su espanto irrefutable, terminó con la fantasía de los gobiernos de facto, no tuvo una traducción dentro de las Fuerzas Armadas. Se necesitó un hecho desgraciado -la muerte, por abusos, del soldado Carrasco- para que Menem determinara el fin del servicio militar obligatorio.

Injusticias difíciles de entender siguen habiendo: si bien los “bailes” están prohibidos en la legislación militar, aún hoy suceden entre los soldados profesionales: así murió el año pasado, en su fiesta de “bienvenida”, en Paso de los Libres, el subteniente Matías Ezequiel Chirino. ¿Qué pasa para que el Ejército no pueda cumplir sus propias reglas?

Ser diferente en la colimba resultaba complicado. A Carrasco, evangélico ferviente, le pudo haber jugado en contra. La inquina de algunos militares -solo algunos, pero nadie hacía nada para erradicarlos- contra los soldados no católicos también es conocida. La Patria no permitía la diversidad, el modelo parecían ser las Cruzadas. Según el libro “Los soldados judíos de Malvinas”, de Hernán Dobry, cuatro soldados de ese origen fueron estaqueados en las islas por el sólo hecho de serlo.

La sociedad ya no siente que un general o un almirante puedan quitarle derechos. En ese sentido hay que agradecer que se hayan mantenido -con pocas excepciones- al margen de las contiendas políticas, económicas, sociales. Pero falta aún una mirada crítica de la historia: la obediencia se enlaza intrínsecamente con la vida militar. Sentir que el otro resulta menos humano por ser distinto, no.

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